Amal Alamuddin y George Clooney acaban de casarse en Venecia en una boda con portada de revista Hola! incluida. Mientras todos los reflectores alumbran a la mujer “que logró” sacar a Clooney de la soltería, hay que hacer un alto para preguntarse quién logró qué.
Veamos: Amal Alamuddin es libanesa, escritora y una de las abogadas más prestigiosas del mundo. Sus especialidades son el derecho penal, internacional y los Derechos Humanos. Fue la abogada de Julian Assange, del jefe de espionaje de Gadafi, asesora de Kofi Annan y del rey de Bahréin. Es decir: sabe de maldad. Y todo esto se conoce porque tiene su propia entrada en Wikipedia. Se trata de un mujerón con rasgos exóticos que se bate en las principales cortes internacionales y que se pagó ella misma su vestido Oscar de La Renta.
Está claro que se encontraron, se enamoraron y lograron esto juntos, como el resto de las parejas del planeta. Sin embargo, la opinión pública quiere hacer lucir el enlace como una epopeya en la que cayó el último eslabón perdido de la soltería masculina, sin preguntarse si en estos momentos Clooney está estrellando sus hermosos y alineados dientes contra los muros empedrados de Venecia, en agradecimiento por haberse conseguido semejante compañera que, además, accedió a casarse con él.
Durante siglos las mujeres hemos llevado a cuestas el estigma de ser las caza-maridos. Durante muchos años nuestra supervivencia estuvo muy ligada al matrimonio. Aún hoy, en India, las mujeres viudas o abandonadas por sus esposos se convierten en parias sociales a la buena de algún dios. Pero también hoy, en Occidente, de las parejas se divorcian antes de los cinco años de matrimonio. Luego el dato se convierte en carcajada: de esos divorciados reincide en segundas nupcias, por lo que nos vendría bien empezar a pensar que ambos géneros están igual de interesados en la vida en pareja.
Con todas las estadísticas en contra, Amal y George decidieron casarse un día de septiembre en una ciudad de aguas estancadas. Él, divorciado en 1993 de la actriz Talia Balsam (quien curiosamente encarna a la ex-esposa de Roger Sterling en la serie Mad Men), juró que no volvería a pisar ese campo minado. A su alrededor se fue construyendo el mito: guapo, sexy, exitoso, soltero e inalcanzable.
Pero nadie podría saber cuántas noches George soñó con Amal antes de conocerla, ni tampoco si se le aceleró el corazón cuando la invitó a salir o si se le encendieron los ojos de admiración escuchándola hablar del conflicto árabe-israelí. Una mujer como Amal es una criatura que brilla. “Es la abogado de Derechos Humanos más atractiva del planeta”, dijo de ella quien fuera declarado uno de los hombres más sexys sobre la Tierra: su marido.
A este capítulo se le llama La Buena Fortuna, que a veces es lo único que hace falta para emparejarse sin voluntades doblegadas, ni sogas al cuello, ni giros truculentos de la trama. En esta historia no hay presas ni cazadores. Sólo dos adultos sospechosamente enamorados, que pasarán el resto de su vida matrimonial decidiendo qué lado de las estadísticas engrosar.
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Artículo publicado originalmente en www.prodavinci.com