Acá, porque ahora estoy acá, la luz es blanca.
Los días cálidos parece que el mar hubiera escupido el sol sobre las aceras, pero donde no se asoma hace frío.
Lima está llena de microclimas. Es fascinante. Por ejemplo: Breña es oscura y en El Callao hace más calor.
Su gente también fluctúa, como un efecto climático.
Cuando digo que soy venezolana algunos peruanos mencionan a Korina Rivadeneira. Mi pequeña venganza personal es aclarar que en mi país nadie la conoce.
Otros se entristecen por nosotros porque es duro ser venezolano en estos tiempos.
“Ayer probé su querida arepa”, me dice la señora Ruth.
La arepa es mía.
“¿Y le gustó?”
“Sí”, dice. No dice más.
Los peruanos son parcos, calladitos, pero andan siempre apurados.
Muy muy apurados.
La comida es extraordinaria, eso ya lo sabíamos.
El tráfico en Lima es un caos, eso también lo sabíamos.
La gente lee a Ribeyro en las camioneticas.
Las camioneticas se llaman combis.
Las combis son objetos voladores de dudosa procedencia.
Dios tiene que becarme para estudiar el lenguaje.
Acá las cosas no están detrás, están a la espalda de otras cosas.
Esa referencia geocorporal me parece sexy.
Creo que los peruanos son sensuales pero no lo saben.
Acá el pendejo es vivo y el arrecho es horny.
No puedo usar la palabra chola pero puedo decir muchas veces chévere.
Mi grosería favorita en peruano es cojudeces, equivalente de guevonadas.
Me la enseñó la Tía Lucy que es tan divertida.
Mis peruanos favoritos hablan en jerga.
Tienen frases como “asegurar el triunfo”
que significa irse comido a la calle porque uno nunca sabe,
o hacer algo “de alma”.
Como joder de alma
o bailar de alma
que significa poner ímpetu a cierto asunto.
Me gusta vivir en un país cuya idea de éxito está asociada con la comida y pertenecer a una familia nueva que baila sus duelos.
Hay huacas por todos lados. Son sagradas.
Por eso al final del día tienes la cara llena de polvo de muertos.
Cuando hablo, los mesoneros miran a Luis.
Hay micromachismos como tipos de papas.
Hay más de cincuenta tipos de papas en el Perú.
La tercera semana acá me robaron el teléfono.
Les dije a todos que lo había perdido. Mentí por vergüenza de caraqueña humillada.
“Han tumbado a un F16”, dice papi cuando me pasan estas cosas.
A él sí le conté cómo me lo arrebataron. Nos reímos.
De cierta forma me gusta pensar que escogí ser robada como parte de algún ritual de iniciación u otra cojudez.
Como quien se baña en el Ganges para liberarse de su vida anterior y entrar al paraíso bañado en mierda.
Toma, para ser de los nuestros debes sentir este miedo y este dolor.
Estoy lista.
El Perú es un país cargado de dolor,
su gente ha sobrevivido a dictaduras y terrorismo.
El Perú es un país cargado de gozo,
su gente ha sabido encontrar en cada bocado una celebración.
Quiero saberlo todo sobre este país porque no puedo saberlo todo sobre el hombre que amo.
Estoy lista y esta frase es una constatación de mí misma.
La única que puedo ofrecer por ahora.