“¿Qué vamos a soñar hoy?”, acordábamos antes de dormir.
Apenas mi empeine descansaba en el suyo nos dedicábamos a planificar la ensoñación. Siempre me dormía primero para no darle ventaja.
Algunas mañanas él despertaba atormentado por los celos. En los sueños aparecían otros hombres y yo les sonreía.
-Los maté a todos –decía antes de irse, mientras alrededor de la cama quedaban jirones de cuerpos extraños. Entonces me incorporaba y caminaba descalza entre ellos tratando de reconocer mi futuro.