Votar en contra

Voy a votar. Lo haré en contra del partido de gobierno.

Todas mis razones son emocionales. No me pesa.

Trataré de mantener mis esperanzas en el futuro en ese lugar sagrado donde las guardé cuando empezamos a irnos a la mierda. Pero el domingo, juntaré mis fuerzas en el dedo índice de la mano izquierda y trataré de recordar el rostro del hombre que me puso una pistola en la cabeza mientras amenazaba mi vida y la de gente querida. Es curioso, puedo acordarme perfectamente de su arma. La cacha era blanca, cromada, con ribetes dorados. Hermosa y terrible. Pero su cara, y las de los otros cuatro asaltantes, están escondidas en un cajón del inconsciente. El domingo, les prometo, haré un esfuerzo por traer esos rostros de vuelta. Es más de lo que hará la justicia de mi país en su contra.

No lloraré.

Tampoco me desbordaré cuando piense en mi papá preocupado porque, de nuevo, no consigue las medicinas para la tensión. Ni cuando recuerde a una talentosa chica de mi equipo llorar desconsolada porque se preparó para un país que no existe. Mantendré cierta verticalidad cuando mi memoria me traiga la imagen de L. redactando su carta de renuncia a una Universidad diezmada, con una cara de pesar que se merecen otros.

Tendré eso que llaman compostura. Cumpliré con una meta dura en estos años de caída libre: seré recta. No me quebraré.

Escucharé, otra vez, el nombre de alguien a quien quise al lado de la palabra testaferro. Sentiré el tentáculo viscoso del poder tocarme la mejilla. Contendré la náusea. Haré de tripas corazón de la patria y votaré en contra del partido de gobierno. Votaré en contra de todo aquello que se llevó las cosas sencillas que yo quería: caminar de noche por un bulevar, confiar en los otros, no tener miedo.

No pronunciaré palabras ajenas como “sueños”, “democracia” o “libertad”. Trataré de mantenerme sobria ante la cursilería. Pero voy a llevar mi carga emocional a la mesa de votación, como la llevo al banco o a la oficina. Voy a votar con consciencia del dolor, porque no estoy muerta, ni domesticada, ni adormecida. No aún. No todavía.

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